viernes, 16 de marzo de 2012

C001-03


Debido a la naturaleza del experimento y a sus implicaciones morales, todo tenía que mantenerse en secreto, Pedro y Melisa mantenían vidas dobles en el día a día, el responder a sus respectivos jefes, llegar a horario a sus trabajos, pagar impuestos, comprar pan, queso, leche en la tienda, hasta que llegaba el momento de ir al secreto laboratorio que tenían en la casa de Eduardo, hermano de Melisa, hombre sumamente moralista y "de buenas costubres", cosa que le daba a muchísima gracia a su hermana, él era abogado.

La casa había sido comprada en un lindo barrio de Buenos Aires con fácil acseso al río que tanto le tranquilizaba, pero por ser el embajador argentino en Venezuela, tuvo que dejar su casa a cuidado de su mejor amigo Pedro.

Una tarde de otoño, en el laboratio sólo se escuchaba el sonido de un gotero con anestesia que colgaba de un alambre atado al techo del sótano. Esta vez, Melisa y Pedro estaban experimentado con el nervio auditivo. Habían pasado meses desde que llegaron a obtener el máximo de datos e información del nervio óptico y habían decidido ampliar la investigación al ir más allá, quería descubrir la naturaleza de los sentidos, vista, oído, olfato, tacto y gusto, el nervio óptico se les había hecho relativamente fácil luego que lograron entender por qué el galimatías de imágenes que percibían en el monitor, y era que ellos no son gatos para entender lo que ven.

El nervio auditivo presentaba nuevos retos y enigmas a resolver, pero con otro dispositivo de electrodos e infinidad de cablecillos delgadísimos se dieron a la tarea. Pedro le abría el craneo al pobre gato, otro diferente al que les había dado el cáliz del nervio óptico. A éste le habían puesto de nombre "S-032", número que correspondía al sujeto de prueba 32. Solamente después del S-30 habían tenido resultados valederos; por otro lado, Melisa instalaba este nuevo dispositivo en el computador con todos esos cablecillos puestos en una caja gris con muchas clavijas que eran después conducidas al computador por un solo cable USB. Ese "traductor" de señales biológicas le había llevado muchísimo tiempo de investigación y fabricación a la lúgubre ingeniera, la cual se babeaba con mórbida sonrisa mientras su compañero de investigaciones practicaba cortes de todo tipo con gran precisión en la cabeza del pobre gato.


Ana regresaba a su casa luego de una noche de intenso trabajo. Había llegado tarde y eso le trajo sus primeros regaños en su primer día de trabajo. Quería llorar, nada era tan rosa como ella quería y pese a que siempre la habían tratado con dulzura porque era eso lo que inspiraba, ese primer día se había convertido en un infierno. Ninguna imagen linda, nada que ella quisiera recordar nunca más; ahora le tocaba subir las escaleras del cerro. Eran las nueve de la mañana y seguía subiendo rumbo a su casa. Interminables callejones, más escaleras, caras sombrías y mujeres colgando ropa, más callejones y escaleras, casi llegando a su casa a Ana la asustan dos sujetos que tomaban aguardiente en las escaleras, cuando uno le dice algunos cumplidos obscenos y de mal gusto, el otro sujeto la agarra de un brazo diciéndole que no se vaya. Ella sentía que el mundo se estaba acabando, el rosa sencillamente no existía, estaba perdiendo cada día más la esperanza de ver algo lindo en el mundo y el momento que vivía medio difuso y sin sentido se lo recordaban.

Ana llega a su casa con algunos moretones y magulladuras y su sweater favorito medio roto en una manga, su madre la ve llegar en ese estado y le pregunta:

-"¿Qué te paso mijita!"
Ana responde de espaldas corriendo al baño -"nada mamá, es que me cai otra vez en las escaleras".
-"¿Y tu bolso?", vuelve a preguntar la madre.
-"Se me quedó en el locker"- grita Ana.
-"Qué muchacha tan torpe eres"- replica su madre con una escoba en la mano y en la otra en la cintura.

Ana se encierra en el baño y llora sin dar ninguna señal de hacerlo, se mete en la ducha y se lava bien de pies a cabeza. Un par de lágrimas corren y se mezclan con el agua de la ducha, pero ni el agua ni las lágrimas le pueden lavar lo sucedido, oculto y enterrado en las sobras de un rancho viejo y abandonado camino arriba del cerro.

1 comentario: